Por: Máximo Alvarez

La política bien ejercida es una noble función.

Entre los políticos hay de todo, como en botica, mejores y peores. Los hay que tienen verdadero espíritu de servicio a la comunidad y los hay que sólo van a lo suyo, a enriquecerse, aferrándose al sillón como si fuera una propiedad particular y vitalicia, a cualquier precio.

Es digna de elogio la idea de Juan Pablo II de poner como patrono de los políticos a Santo Tomás Moro. Bueno sería que ahora los interesados se esforzaran en leer su biografía. O si les cuesta mucho leer que procuren ver la película «Un hombre para la eternidad», que recoge bastante bien la vida del santo.

Tomás Moro fue un hombre muy competente en todos los sentidos, inteligente, culto, de carácter afable, querido y apreciado. Y llegó nada menos que a ser Canciller de la Corte de Inglaterra. Pero ante todo era un hombre fiel a sus creencias y a su conciencia. Precisamente por esta fidelidad prefirió la cárcel y la muerte antes que cambiar de chaqueta para complacer al Rey Enrique VIII.

Después de varios meses de encierro en la Torre de Londres, en condiciones lamentables, fue decapitado. No quiso aferrarse al puesto, del que dimitió aunque peligrara el pan de su familia y prefirió morir antes que dejar de ser consecuente con sus principios.

No todo vale para instalarse en el poder.

A la luz de su patrono Tomás Moro, deberían los políticos hacer examen de conciencia:

  • Si el político es creyente, ¿es coherente permanecer en el poder a costa de renunciar a los principios fundamentales de su fe?
  • Conozco políticos que por «intereses» se han alejado de la fe o de la Iglesia, o que han renunciado a la defensa de valores fundamentales para agradar a sus partidos.
  • ¿Es ético que un gobernante, llamado a servir a todos, especialmente a los más desfavorecidos, busque ante todo su enriquecimiento personal? ¿Puede en conciencia lavarse las manos y permanecer impasible ante las necesidades y problemas de los demás con tal de no perder el puesto?
  • Hay políticos que actúan al dictado de las multinacionales o internacionales, que se venden y venden a sus súbditos.
  • Acaso es condición indispensable para ser un buen político basarse en la mentira y la falsedad?
  • El mensaje de Tomás Moro está claro:

    Uno no debe acceder a la política para hacerse rico, ni permanecer en el puesto a cualquier precio.

    Como alguien ha dicho, «Santo Tomás Moro fue un mártir de la libertad porque se opuso a la pretensión del poder de dominar sobre las conciencias».

    ¡Qué ejemplo tan hermoso y qué contraste tan enorme con el mundo de la política rastrera de quienes solo buscan trepar. FUENTE: CATHOLIC.NET
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